5 de octubre, 2016
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Hace unos días, cuando en el entorno científico se barajaba el nombre de Francisco Mojica como candidato al premio Nóbel en Medicina o en Química, el microbiólogo español que ha descubierto el sistema CRISPR, comentaba en Biospain 2016 (Bilbao- 28/30 de septiembre), refiriéndose a este descubrimiento que ha revolucionado la ingeniería genética, “Sentiría que realmente he recibido el Premio Nobel si este hallazgo sirviera para que se potenciara la inversión en investigación en España y como impulso para las futuras generaciones de científicos”.

Mojica explicó en su ponencia CRISPR: The technology born in Spain that will turn the industry upside down” el proceso de su descubrimiento: “Vi que las repeticiones del genoma incluían fragmentos de virus en la célula y esto me llevó a concluir que se trataba de un método de protección de la propia célula. Esta introduce el virus en su sistema para memorizarlo y vencerle después”.

El descubrimiento de este sistema inmune revolucionó la ciencia en 2003 de tal forma que, desde entonces, se han sucedido distintas investigaciones para averiguar qué proteínas están implicadas en esta inmunidad y cómo tiene lugar esa interferencia. En estos momentos, se están iniciando dos investigaciones, en China y en Estados Unidos, sobre su aplicación en humanos, aunque el microbiólogo español reconoce que esta técnica todavía “debe mejorar para llegar a los resultados esperados”.

“El sistema CRISPR actúa como transporte para unas proteínas asociadas, llamadas CAS, que funcionan como tijeras, permitiendo cortar el ADN e iniciando el sistema de reparación de la propia célula”, asegura Mojica, que lo compara con un GPS que guía por el genoma humano y que puede programarse: “Lo más interesante es que se le puede decir dónde tiene que ir. Esto funciona en vivo, no sólo en el tubo de ensayo, y abre un mundo de posibilidades para la investigación de problemas genéticos y su cura.

Este sistema, conocido como corta y pega genético, se completa con las nuevas técnicas de laboratorio que permiten intervenir en el sistema de reparación de la propia célula a través de fragmentos de ADN, que se introducen como una “tirita” que subsana el error en una secuencia genética. Esto es clave, según Mojica, para la cura de enfermedades: “Son palabras mayores, estamos hablando de poder editar el ADN y reparar, en definitiva, un defecto genético”. De esta forma, se pueden bloquear genes, evitar que se produzca una proteína que podría ser patogénica, o cambiar la información de forma sencilla para resolver problemas genéticos. 

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