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En la última década, el sector de la construcción ha vivido un cambio revolucionario en sus flujos de trabajo con la transformación digital y la implantación de BIM (Building Information Modeling). Se ha integrado el desarrollo de los procesos constructivos durante todo el ciclo de vida de los edificios e infraestructuras, desde el diseño previo, pasando por la ejecución de las obras, y llegando finalmente a la fase más costosa y prolongada en el tiempo de ese ciclo: la gestión de los activos, consiguiendo así disponer de una fuente de información centralizada que evoluciona en el tiempo.
La metodología de trabajo BIM consiste en esencia en la generación de modelos tridimensionales de los edificios alimentados con la metadata necesaria para dotarlos de toda la información que permita un mayor control, así como la minimización de los riesgos de los proyectos desde fases tempranas: licitación, value engineering, preconstrucción, ejecución y seguimiento de obra hasta la entrega del activo para su posterior gestión de mantenimiento y explotación, mejorando así en eficiencia y productividad respecto a los proyectos tradicionales a través de softwares paramétricos que son capaces de generar objetos dotados de información.