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Aunque en los últimos años se ha avanzado de forma trascendental gracias a la farmacovigilancia, los tiempos actuales obligan a un replanteamiento de concepto y redimensionar de manera oportuna todo lo que implica la seguridad del medicamento.
Considerando que no existe ningún medicamento en el mundo exento de riesgos y que ninguno es igual a otro (como producto terminado), incluso conteniendo el mismo principio activo, en términos de seguridad también debemos tener en cuenta las circunstancias que rodean al medicamento y el paciente al que va dirigido.
Es decir, el análisis de la seguridad de un medicamento debe considerar los elementos de riesgo asociados a la farmacoseguridad intrínseca relacionada con un producto o medicamento terminado (principio activo, excipientes, envases, información, elementos auxiliares de dosificación, etc.); así como las variables de riesgo relacionadas con la farmacoseguridad extrínseca (producción, distribución, almacenaje, prescripción, dispensación, administración o uso, disposición final de los excedentes, la información, las políticas públicas y privadas, etc.), que influyen de alguna u otra manera en la eficacia, calidad, y disponibilidad de un medicamento, y, por tanto, en su seguridad. Tampoco se debe prescindir en el análisis de riesgos de una variable fundamental, el paciente.
Sin duda, la farmacoseguridad o seguridad de los medicamentos estará mejor garantizada si se desarrolla un exhaustivo y oportuno análisis y gestión de los riesgos que involucren todos los elementos relacionados con su farmacoseguridad intrínseca, farmacoseguridad extrínseca y las características individuales del paciente, de ser posible.
Muchos problemas relacionados con la farmacoseguridad han sido puestos en evidencia por la crisis sanitaria actual. Estamos obligados a actuar en consecuencia y trabajar por un mejor entendimiento y visión global de los riesgos relacionados con el uso de los medicamentos; un buen ejemplo es la estrategia conjunta seguida por las agencias reguladoras de medicamentos en Europa y la EMA hasta el año 2025.
Los avances tecnológicos y procesos de comunicación online abren nuevas posibilidades en el ámbito de la farmacoseguridad. La información, como materia prima en los procesos de análisis y gestión de riesgos, juega un rol preponderante en la seguridad de los medicamentos; aunque, últimamente, es la gestión de la desinformación la que exige un despliegue importante de recursos para revertir previsibles impactos negativos en la salud pública.
El valor del ejercicio de la farmacoseguridad es y será un elemento diferenciador y de posicionamiento estratégico entre el personal sanitario, las instituciones prestadoras de servicios de salud públicas y privadas, fabricantes, titulares de las autorizaciones de comercialización de medicamentos y autoridades reguladoras. Una oportunidad para la innovación incremental en medicamentos.
En un mundo cada vez más globalizado e informado, los pacientes o consumidores podrán discernir entre aquellos productos o servicios de instituciones o empresas que le proporcionen mayores garantías o un valor añadido en términos de farmacoseguridad. Es probable que en un futuro muy próximo sea necesaria la certificación en materia de farmacoseguridad que permita una evaluación oportuna de las gestiones públicas y privadas relacionadas con la seguridad de los medicamentos.