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En los últimos nueve meses la humanidad ha estado enfrentada a uno de los eventos más significativos de su historia, comparable a lo sucedido hace aproximadamente 100 años con la denominada “gripe española”.
A las impactantes consecuencias sanitarias de esta pandemia, se suman las consecuencias económicas. Sin embargo, la rapidez con la que se han ido sumando los eventos ha impedido poder realizar una valoración que abarque en su totalidad cuáles serán las consecuencias socioculturales de la pandemia. Desde este punto de vista, cosas tan habituales como el saludo entre dos personas o la celebración de una fiesta familiar han cambiado completamente; en las calles la gente se encuentra con un paisaje donde las sonrisas se encuentran enmascaradas y muchas de las relaciones del entorno laboral han sido llevadas al formato digital. La base de estos cambios se encuentra en la irrupción en nuestra sociedad de un virus nuevo, altamente contagioso, que ha causado a la fecha más de 26 millones de contagios registrados y alrededor de 1.300.000 muertes a nivel mundial [1]. Se ha descrito que el ingreso al organismo del virus SARS-CoV-2 se realiza a través de la exposición de las mucosas de boca, ojos y nariz. Y las posibles vías de transmisión de este virus serían a través de: i) gotitas infecciosas expulsadas por un individuo contagiado (COVID+) al toser o estornudar, ii) aerosoles emitidos, por una persona contagiada, al silbar, hablar, cantar o bien por iii) contacto directo al besarse, tocar las manos o cualquier otra parte del cuerpo de una persona contagiada llevándolas, posteriormente, a las propias mucosas. Y, aunque mucho menos frecuente, a través del contacto con fómites [2].