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En el ámbito de la seguridad se procura siempre implementar las mejores medidas para evitar que los riesgos se concreten; pero a pesar de las medidas adoptadas, muchas veces nos vemos sorprendidos por la dimensión de la crisis que tenemos que afrontar, siendo superadas todas nuestras previsiones. En estas circunstancias se tienen que adoptar medidas extraordinarias, muchas veces sin una idea clara de los resultados.
La gran crisis actual, no solo sanitaria, relacionada con la pandemia provocada por el SARS-CoV-2, nos deja, como muchas otras crisis, enseñanzas que muestran el camino para prevenir las consecuencias de futuros desastres, en este caso particular, a nivel de la gestión de la seguridad relacionada con el medicamento.
Un aspecto fundamental es la gestión de posibles medicamentos ya existentes o susceptibles de ser utilizados para tratar la enfermedad que no cuentan con un adecuado respaldo científico de eficacia y seguridad al respecto, viéndose muchas organizaciones gubernamentales abocadas a su aprobación extraordinaria para esa indicación. Por tanto, se platean retos en la ejecución de protocolos relacionados con los procesos de aprobación y la gestión de ensayos para nuevas alternativas terapéuticas o de inmunización.
La gestión de la producción y el control de la distribución también se ven afectados. El uso masivo de determinados medicamentos para la nueva patología puede provocar en algunos sistemas sanitarios la falta de disponibilidad de dichos medicamentos para los tratamientos previamente recomendados, con el consiguiente detrimento terapéutico en los pacientes.
Asimismo, es bastante probable que dicha situación traiga como consecuencia la aparición de medicamentos falsificados, adulterados, de contrabando y robados; sobre todo en sistemas poco regulados o con canales de distribución endebles.
Los nuevos usos de un medicamento pueden traer como consecuencia la aparición o modificación de la frecuencia de reacciones adversas relacionadas; diferentes contraindicaciones o posibles interacciones no consideradas previamente. También en estas circunstancias, el confinamiento y la falta de movilidad traen consigo retos en la gestión y seguridad en los procesos de prescripción y dispensación de medicamentos.
No es menos importante lidiar con la aparición de bulos o noticias falsas que confunden a la población, provocando el uso de alternativas terapéuticas no autorizadas, con un claro riesgo para la salud de las personas; situación que debe ser afrontada con oportunidad y contundencia.
Es lamentable, en algunos países y administraciones, el aumento de casos de corrupción relacionados con funcionarios que lejos de velar por el bienestar común procuran el beneficio personal, lucrándose con transacciones urgentes destinadas a salvar vidas.
Se requieren mayores recursos en los procesos de gestión de reportes individuales de seguridad en los distintos niveles de los sistemas de farmacovigilancia; y la adopción de procedimientos extraordinarios de control (auditorías e inspecciones).
Es importante reconocer que las acciones de farmacoseguridad en este tipo de situaciones deben tener como sustento un exhaustivo análisis de riesgos, considerando todas las variables relacionadas con el sistema sanitario en cuestión y la experiencia vivida en esta crisis. En la elaboración de los protocolos se debe involucrar al mayor número de organizaciones públicas y privadas posibles, adoptando una visión holística o sistémica en la solución de los problemas.