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De la especulación a una realidad de poder transformacional.
En 1997, cuando la súper computadora de inteligencia artificial de IBM, Big Blue, le ganó en una competición de ajedrez de revancha al campeón mundial y gran maestro Garry Kasparov, al año siguiente de que este le ganara a la súper máquina en el primer encuentro, una batalla a tres partidas ganadas, una perdida y dos empatadas, el mundo dio un vuelco. De repente, el famoso baremo de superioridad humana, el IQ, o coeficiente de inteligencia, se fue al garete como cuando Copérnico demostró que era el Sol y no la Tierra el astro alrededor del cual todos los planetas giraban, de que esta enorme masa ardiente era el motor de la creación y la vida y muerte en la galaxia. Charlando con Kasparov en Copenhague, en una conferencia de la firma Deloitte a la que nos habían invitado a ambos para hablar de inteligencia artificial, le pregunté por aquella segunda partida. “La máquina me ganó porque vio mi error”, me dijo con una sonrisa de aceptación, a regañadientes.