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Me gustaría invitarles a recorrer un breve pero fascinante viaje que nos lleve a entender cómo podemos descifrar la información más recóndita que contiene una muestra biológica. Información que es de un altísimo valor. No en vano, hablamos de poder determinar si un ser humano puede tener un alto riesgo de desarrollo de una enfermedad concreta en el futuro, o sus descendientes; o poder monitorizar como de exitoso, o no exitoso, es el tratamiento farmacológico que se esté aplicando; o diagnosticar, con una fiabilidad prácticamente total, una enfermedad en un tiempo mucho más corto que mediante otras metodologías más clásicas.
Y es que este fascinante viaje tiene un conductor principal: el diagnóstico in vitro mediante tecnologías de biología molecular.
Por diagnóstico in vitro definimos toda tecnología destinada al examen de muestras procedentes del cuerpo humano, con objeto de proporcionar datos sobre estados fisiológicos, estados de salud o de enfermedad, o anomalías congénitas. Este sector tecnológico ha representado en España, en el 2016, un volumen de negocio de 985 millones de euros, lo que supone un 0,3 % de crecimiento respecto a 2015. Y por técnicas de biología molecular entendemos aquellas que van dirigidas a descifrar esa información más recóndita que les citaba anteriormente: me refiero a la información contenida en los ácidos nucleicos que contiene una célula, el ADN y el ARN.