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La hepatitis C es una enfermedad viral provocada por un virus ARN que infecta a 130-150 millones de personas en todo el mundo, con una incidencia anual de 3-4 millones de nuevos casos. Una fracción sustancial de ellos desarrolla hepatitis crónica y eventualmente cirrosis y cáncer hepático.
Hasta hace apenas cinco años el tratamiento farmacológico consistía exclusivamente en interferón alfa y ribavirina, poco eficaces y bastante tóxicos: respuesta viral sostenida del 30-50% y un notable perfil de efectos adversos. En el año 2011 se produjo un cambio notable en el panorama terapéutico de la hepatitis C, al comercializarse el boceprevir (Victrelis®) y el telaprevir (Incivo®) –la primera generación de inhibidores selectivos y reversibles de la proteasa NS3– para el tratamiento en combinación con peginterferón alfa y ribavirina (terapia triple). En estas circunstancias, las tasas de respuesta llegaban a alcanzar hasta un 70%, permitiendo acortar la duración del tratamiento en muchos de los pacientes de 48 a 24 semanas. Sin embargo, boceprevir y telaprevir presentan un perfil toxicológico importante. Tras esta primera generación de inhibidores de la proteasa del VHC llegó en 2014 una nueva oleada de agentes con propiedades farmacodinámicas, farmacocinéticas y toxicológicas muchos más satisfactorias, con tasas de respuesta viral sostenida por encima del 80% y un perfil toxicológico mucho más benigno. Se revisan los principales aspectos fisiopatológicos y farmacoterapéuticos, así como los antecedentes de la nueva generación de antivirales de acción directa que se aproxima